
29/12/2021. La Asamblea General de la ONU ha establecido como el l Día Internacional de la Preparación ante las Epidemias, el 27 de diciembre, con el interés de resaltar la importancia de la prevención de las epidemias y la preparación para darles respuestas eficaces, evitando su propagación y la posibilidad del surgimiento de nuevas pandemias (cuando un brote epidémico afecta a regiones geográficas extensas como por ejemplo varios continentes). .
La pandemia Covid-19, ha dejado al descubierto la perversidad del sistema internacional de salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha tenido un insuficiente papel, cediendo y orientándose en varias de sus tareas, por las presiones y el peso real en la toma de decisiones de los intereses privados de las corporaciones ligadas a la salud y pertenecientes al gran capital financiero concentrado (Pfizer, AstraZeneca, Moderna, Johnson & Johnson, etc.).
Desde el comienzo de la pandemia, las compañías farmacéuticas orientadas primariamente por el afán de lucro, han mantenido su práctica habitual de controlar rígidamente los derechos de propiedad intelectual, buscando establecer acuerdos comerciales secretos y oligopólicos, que excluyen o limitan a muchos países que representan a casi la mitad de la población mundial y que podrían beneficiarse con acuerdos de producción de vacunas que amplíen la cantidad producida y provoquen una reducción de los precios.
Los defensores de los derechos de Propiedad Intelectual que protegen los intereses de lucro de las corporaciones farmacéuticas, sostienen que liberar las patentes es desincentivar la innovación e investigación tecnológica, frenar sus análisis e ingresos que les permiten avanzar en el desarrollo médico .
Al mismo tiempo buscan quitarle peso a quienes denuncian su afán de lucro, afirmando que las empresas han pagado y pagan un alto costo en la cadena de producción e investigación y ya próximos al cinismo sostienen que los gobiernos deben invertir más en el desarrollo tecnológico ligado a la medicina.
Lo cierto es que las principales empresas privadas farmacéuticas han recibido aportes estatales por cifras multimillonarias durante el curso de la pandemia . Por ejemplo Moderna, accedió a unos 9.000 millones de US$ por parte del gobierno de los EE.UU y se ha convertido en una de las principales corporaciones opositoras a la liberación de las patentes.
Históricamente, se han tomado medidas para superar las prácticas privativas de las empresas farmacéuticas. En 2001, en el apogeo de la epidemia de VIH/Sida, la Declaración de Doha sobre los acuerdos referidos a la Salud Pública y los ADPIC (Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio) reconoció: el derecho de los gobiernos a tomar todas las medidas necesarias para eliminar las patentes y otras barreras de propiedad intelectual para priorizar la salud pública frente a los intereses comerciales.
Con base en estos acuerdos, que establecen que la salud pública es un interés que está por sobre los fines de lucro, es que el año pasado se presentó un pedido formal de exención ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) para que los gobiernos puedan suspender las patentes durante la pandemia. Esta petición, fue asumida protagonicamente por los gobiernos de India y Sudáfrica, buscando darle un sustento legal que garantizara el acceso a la salud de sus poblaciones.
La solicitud presentada en el 2020 no prosperó y durante todo este año se sostuvo que en ADPIC habría una nueva oportunidad para debatir el tema. La fecha de ese encuentro estaba programada para fines de noviembre pasado, pero paradójicamente fue suspendida, debido a una nueva oleada de Covid-19 que ocurre actualmente en Europa y comienza a extenderse a otras regiones. Por lo tanto, la liberación de las patentes de las vacunas contra el virus sigue pendiente.
Según datos divulgados por la Universidad de Oxford durante el pasado mes de noviembre, sólo tres de cada cien personas han completado la vacunación en los países más empobrecidos del planeta, a pesar de que hace más de un año que hay vacunas de probada eficacia. En el continente Africano el porcentaje de vacunados actual no llega al 10% y hay países como son los casos de Burundi (0.003%), República del Congo (0.07%) y Chad (0.45%) que apenas saben lo que es una de estas vacunas.
La inmunización en este continente, históricamente arrasado por el colonialismo y por el actual neocolonialismo, está atravesada por la existencia de precarios sistemas sanitarios y logísticos.
Las promesas hechas por las grandes potencias a través de la iniciativa COVAX (sistema de coordinación y de distribución de vacunas donadas), han tenido un magro cumplimiento de un 20% (prometieron 2.000 millones de dosis y han entregado hasta el mes pasado solo unas 400 millones).
¿Qué sentido tiene plantearse la prevención de las futuras epidemias, si no se cuestiona de fondo el hecho de haber convertido a la salud en un enorme negocio en buena parte del planeta, a la vez que con esos intereses se debilita el accionar de los organismos internacionales como la OMS? Previendo un escenario de futuras epidemias, es prudente estimar que las mismas podrán ser más intensas y graves que las anteriores.
Las y los humanistas creemos que es fundamental concientizar en que la salud no puede seguir siendo una mercancía para lucrar y al mismo tiempo evidenciar que los conocimientos científicos y los avances en las ciencias médicas, no nacieron con el capitalismo y mucho menos aún con el neoliberalismo.
El trabajo por la superación del dolor y el sufrimiento, ha sido y es uno de los motores más potentes que impulsa lo mejor de la existencia humana y está presente desde los primeros homínidos.
En las primeras civilizaciones y hasta la actual civilización planetaria, sanadores, científicos y estudiosos han contribuido enormemente a que retroceda el dolor de la enfermedad y el sufrimiento que deriva de ella, dejando un caudal de conocimientos base, que nos han permitido los avances actuales.
Urge disponer de sistemas de salud capaces de cubrir las necesidades de toda la humanidad, evitando la trágica situación actual donde miles de millones de personas son vulneradas en su derecho humano al acceso a la salud.
Es imprescindible priorizar las áreas de prevención y atención primaria en salud. Es necesario reorientar la industria de la destrucción que tiene como exponente máximo al complejo militar-industrial-financiero, y volcar esos recursos en dirección al buen conocimiento, que impulsa al ser humano en dirección a la construcción, al mejoramiento y al crecimiento de la vida.
Necesitamos aplicar (sin las especulaciones propias del lucro), la experiencia adquirida sobre la forma de gestionar las epidemias y de prevenir la interrupción de los servicios básicos, así como de aumentar el grado de preparación para responder cuanto antes y de la manera más apropiada a las que puedan surgir en el corto plazo.
No puede haber excusas que impidan que los medicamentos, las vacunas y las tecnologías relacionadas a la salud en pandemias, puedan ser accesibles a todos los países y sean considerados esos instrumentos como “bienes públicos universales”, libres de las barreras que imponen las patentes y otras medidas de propiedad intelectual.
Somos decenas de miles las organizaciones que venimos reclamando la liberación de las patentes y que exigimos a los gobiernos que asuman como propias estas propuestas que antepone por encima de todo otro valor (como el de la ganancia), las necesidades de existencia particular y concreta de cada ser humano. Los gobiernos no pueden, ni deben perder más tiempo, esperando el supuesto día que voluntariamente la industria farmacéutica, ceda en su apropiación indebida.
Las y los humanistas sostenemos desde hace décadas, que el estado de la ciencia en las múltiples ramas ligadas a la salud está en condiciones de eliminar o de llevar al mínimo perjuicio la mayoría de las enfermedades que siguen generando dolor, que conducen a muertes prematuras, que evitan lograr masivamente una longevidad muy superior a la que conocemos hoy.
En nuestra federación de partidos humanistas comprendemos a la salud como un bien social, basado en un estado de bienestar y armonía de los individuos entre sí, las comunidades y los pueblos.
Si realmente se pretende prevenir futuras pandemias, la Salud debe ser abordada como un derecho humano y social impostergable e indelegable de la gestión Estatal (descentralizada y desburocratizada) y del involucramiento directo de los pueblos, este último, el factor central para producir los cambios reales.
Equipo de Coordinación Internacional de la Federación de Partidos Humanistas