7 de ABRIL - DIA MUNDIAL DE LA SALUD

 

7 de ABRIL DIA MUNDIAL DE LA SALUD

 

LA SALUD PILAR DE TODA SOCIEDAD HUMANISTA 

 

Desde los albores de la humanidad sanadores, científicos y estudiosos han aportado constantemente al retroceso del dolor de la enfermedad, permitiendo una acumulación de conocimientos y técnicas que sigue evolucionando en su desarrollo.

Desde 1948, ONU celebra el 7 de abril como el Día Mundial de la Salud. En las últimas décadas del siglo pasado, la declaración de Alma-Ata (1978) y la carta de Ottawa (1986), establecieron un significativo cambio de paradigma bajo el desarrollo de la “Promoción en Salud”. En esas instancias se declaró que las mejoras de la salud deben basarse en: paz, educación, vivienda, alimentación, salarios dignos, ecosistema estable, justicia social y equidad. Se remarcó que lo anterior requiere una acción coordinada de gobiernos, personal sanitario, sectores sociales, económicos, gobiernos locales, industrias y medios de comunicación.

La celebración para este año 2024, propone desde la OMS, hacer frente al desafío de efectivizar la frase «Mi salud, mi derecho». Como solemos decir con las declaraciones derivadas de la ONU, entre las aspiraciones de las Naciones Unidas y las realidades hay una enorme distancia. Los objetivos de la ONU colisionan directamente con los intereses del Gran Capital, y este aspecto relevante suele estar ausente en los análisis derivados de las diferentes agencias de las Naciones Unidas.

El derecho a la salud de miles de millones de personas, no se concreta y está en retroceso en general en todo el mundo. Según el Consejo de la OMS sobre los Aspectos Económicos de la Salud para Todos, al menos 140 países reconocen la salud como un derecho humano en su constitución. Sin embargo, ninguno de ellos promulga ni aplica leyes que garanticen a sus poblaciones el derecho efectivo a acceder a los servicios de salud.

El orden capitalista genera un estado de situación donde numerosos factores violentos se retroalimentan entre sí atentando contra la salud personal y colectiva.  Conviven violentamente: por un lado el accionar del sistema financiero privado direccionando a la gran industria farmacéutica hacia el interés del lucro; por otro lado, la absurda existencia del complejo militar-industrial, despilfarra enormes cantidades de recursos materiales y humanos en dirección a la generación de más dolor y más sufrimiento; por último, la cultura materialista-consumista cupular depreda el medio ambiente natural-social, fomentando el consumo suntuoso, incentivando la producción con obsolescencia programada.

Esta cultura materialista del "dios dinero" combina despilfarro y destrucción, vaciando además del verdadero sentido a la ciencia, convirtiéndola en tecnología para el rédito de los negocios del Gran Capital Privado y naturalizando las diferentes formas de violencia. 

Al gran capital privado no le interesa ni la curación definitiva ni la atención primaria en salud, le conviene la cronificación de la enfermedad, que permite aumentar las ganancias. El sistema actual de salud lucrativo y buena parte del sector público, no se orienta a la prevención de la enfermedad, sino a la asistencia y a la rehabilitación cuando la enfermedad ya está instalada.

Mientras las corporaciones lucran, la mayoría de los avances se deben al desarrollo de las ciencias básicas y las ramas específicas ligadas a la medicina que financian los estados nacionales con aportes de toda la población. El gran capital dispone a su favor de la tiranía jurídica que establece patentes sobre investigaciones que se basan en el desarrollo del proceso de acumulación histórica del conocimiento, que no puede ser apropiado por unos pocos. Por todo lo anterior es urgente democratizar el conocimiento y su aplicación práctica.

Es a pesar del capitalismo que la ciencia avanza y no gracias a él. En las últimas décadas en términos globales, se ha mejorado la esperanza de vida y se han reducido algunas de las causas de muerte más comunes, como las asociadas con la mortalidad materno-infantil, con la higiene y con las enfermedades infecciosas.

Al mismo tiempo la situación sanitaria a nivel mundial muestra desigualdades y violencias monstruosas. Las cifras de todo tipo disponibles abruman, citamos apenas algunas aportadas por la OMS.

Según el informe mundial de la OMS sobre la tuberculosis del año 2023, a lo largo del año murieron a nivel mundial 1,3 millones de personas, siendo la principal causa de muerte por enfermedad infecciosa. Esta enfermedad es una de las tantas que puede prevenirse con sencillez aplicando recursos materiales y humanos para la prevención, higiene y la atención al paciente. Los enfermos de tuberculosis se encuentran entre los más marginados del mundo y es la causa principal de muerte entre los pacientes de HIV.

Cada año mueren más de 2 millones de niños (unos 8.000 por día) por desnutrición severa, deshidratación y enfermedades que estos factores favorecen (diarreas, rubéola, malaria, TBC). El hambre y la falta de acceso al agua siguen siendo la mayor amenaza para la salud de los habitantes de buena parte del mundo. Estima ONU que por causa del agua potable contaminada mueren 485.000 personas por diarrea cada año (360.000 son niños menores de 5 años). El 40% de la población mundial vive en regiones con agua potable escasa y el 80% del agua que utilizamos vuelve a los ecosistemas sin haber sido tratada. Son 2.100 millones quienes no disponen de agua potable segura y 3.600 millones casi la mitad de la población mundial carece de servicios de saneamiento aceptables.

La desigual esperanza de vida que tiene en los extremos a los 84 años que se estiman en Japón y a los 54 años estimados en la República Centroafricana, se explican en gran medida por las diferencias de acceso a los alimentos y la higiene.  La esperanza de vida tiene desde hace décadas un nuevo horizonte con posibilidades ilimitadas, con las disciplinas de la ciencia que no trabajan sobre las enfermedades sino sobre el envejecimiento.

En nuestra federación de partidos humanistas comprendemos a la salud como un bien social, basado en un estado de bienestar y armonía de los individuos entre sí, las comunidades y los pueblos. Un estado opuesto al dolor y al sufrimiento que genera la enfermedad.

La Salud es para nuestro humanismo, un derecho humano y social impostergable e indelegable de la gestión estatal (descentralizada y desburocratizada) y del involucramiento directo de los pueblos.

Las y los humanistas creemos en una visión integral del ser humano y de la vida, para aplicar esta mirada en la medicina, es necesario construir un nuevo paradigma donde lo físico, lo psíquico y lo energético se integren en una misma estructura.

Un cambio de enfoque y de prácticas que nos permitan unificar todos esos campos de investigación y de desarrollo en una sola forma, como partes de lo mismo.

Es necesario comprender el proceso histórico-biológico-cultural que constituye la vida humana, bajo una concepción que vaya mucho más allá del limitado Modelo Medico Hegemónico vigente. Necesitamos la convergencia de todas las ciencias básicas para construir este nuevo modelo de medicina integral y universal.

Las y los humanistas afirmamos que los complejos problemas económicos y tecnológicos de la sociedad actual, tendrán el enmarque adecuado para su tratamiento si ponemos por encima de todo otro interés, los recursos humanos y materiales en función de la salud y la educación.

Salud y educación gratuitas e integrales, tratadas por igual para todos los seres humanos deberán reemplazar como orientación general civilizatoria, al paradigma del presente dado por la acumulación de riqueza y el poder en muy pocas manos.

Este es el camino que proponemos para cambiar la absurda dirección que impulsan las cúpulas del anti-humanismo y así poder vislumbrar la posibilidad de superar la prehistoria humana en la que por ahora vivimos.

Equipo de Coordinación Internacional - Federación Internacional de Partidos Humanistas

07-04-2024