Medio Ambiente, Vida Silvestre, Pandemia y Capitalismo

 

El futuro de la humanidad y del planeta exige un cambio de dirección

Con el objetivo de sensibilizar a la población mundial en temas ambientales y sociales e intensificar la acción política, la Organización de las Naciones Unidas celebra decenas de fechas en el año, muchos de estos desde hace décadas, aquí enumeramos un listado parcial:

  • la Educación Ambiental (26 de enero),
  • la Reducción de Emisiones (28 de enero),
  • los Humedales (2 de febrero),
  • la Justicia Social (20 de febrero),
  • la Vida Silvestre (3 de marzo),
  • la Eficiencia Energética (5 de marzo),
  • Acción por los Ríos (14 de marzo),
  • los Bosques (21 de marzo),
  • el Agua (22 de marzo) y
  • de Acción por el Clima (26 de marzo);
  • la Salud (7 de abril),
  • la Lucha Campesina (17 de abril),
  • la Tierra (22 de abril), Concienciación contra el Ruido (25 de abril),
  • el Reciclaje (17 de mayo),
  • la Diversidad Biológica (22 de mayo),
  • el Medio Ambiente y
  • la Lucha contra la Pesca Ilegal (5 de junio),
  • los Océanos (8 de junio),
  • la Lucha contra la Desertificación y la Sequía (17 de junio),
  • el Árbol (28 de junio),
  • sin Bolsas de Plástico (5 de julio),
  • la Conservación del Suelo (7 de julio),
  • Defensa del Ecosistema Manglar (26 de julio),
  • el Aire Limpio (7 de septiembre),
  • Preservación de la Capa de Ozono (16 de septiembre),
  • los Mares y
  • Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos (29 de septiembre),
  • el Hábitat (3 de octubre),
  • para la Reducción de los Desastres (13 de octubre),
  • la Erradicación de la Pobreza (17 de octubre),
  • el Suelo (5 de diciembre),
  • los Derechos Humanos (10 de diciembre),
  • las Montañas (11 de diciembre) y
  • el Migrante (18 de diciembre),

entre muchos otros más.

En la gran mayoría de estas fechas y los numerosos eventos que se realizan, se resalta la importancia de que todas las personas tomemos conciencia de la problemática, se comparten cifras sobre la gravedad de las crisis climática, medioambiental y social y se invita al cambio de las personas y los países como aporte personal y gubernamental a la solución, al igual en algunas ocasiones se denuncian algunos delitos medioambientales.

Pero, en muy pocos ámbitos se consideran las raíces de estos grandes retos que enfrenta la humanidad y el planeta, ni la necesidad de implementar cambios estructurales profundos si se desea realmente superar los grandes problemas que agobian a miles de millones de personas y ponen en riesgo la vida humana futura, como el cambio climático, la contaminación en todas sus formas, la sobreexplotación del medio natural y la destrucción de los hábitats (ecosistemas, vida silvestre, desaparición de especies y migración forzada de otras).

La vida silvestre, conformada por los ecosistemas y la fauna silvestre, tiene un valor incalculable y la conservación de estas formas de vida tiene múltiples beneficios para la humanidad. Además de su altísimo valor intrínseco, contribuyen al bienestar humano y el desarrollo sostenible por numerosos aspectos ecológicos, genéticos, sociales, económicos, científicos, educativos, culturales, recreativos y estéticos.

Frente a la imparable destrucción de la biodiversidad, no se discute que ésta ha sido producida en gran medida por actividades que están en la base del desarrollo económico actual, como son la deforestación inescrupulosa, el desarrollo desenfrenado de la infraestructura, la expansión incontrolada de la agricultura y la agricultura intensiva, la pesca desmedida, la contaminante mega-minería, los sistemas de transporte y producción dependientes de combustibles fósiles y un comercio promotor del consumismo y el desperdicio (que incluye la explotación y el comercio ilegal de animales salvajes) y que todo esto ha generado las condiciones para la propagación de enfermedades de la vida silvestre a las personas.

La drástica pérdida de biodiversidad es producida en un alto porcentaje por la actividad humana, un fenómeno antrópico, como consecuencia de más de ciento cincuenta años de industrialización, extractivismo y un estilo de vida de consumo promovido desde los centros de poder donde el móvil principal ha sido el lucro, actividades que han sufrido un crecimiento exponencial aprovechando el surgimiento de nuevas tecnologías en todos los campos.

El actual sistema económico y financiero tiene la necesidad de continuar e incrementar la explotación de recursos naturales (especialmente en lugares ricos en biodiversidad), así como requiere desarrollar permanentemente oportunidades de negocio para ampliar sus tentáculos hasta los lugares y sectores de la economía antes impensados.

Por eso, para muchos políticos tradicionales relajar los estándares ambientales en este momento de pandemia y contracción económica puede ser políticamente conveniente, apuntalando así industrias como la agricultura intensiva, el transporte de larga distancia como las aerolíneas y los sectores de energía que dependen de combustibles fósiles; pero, hacerlo sin apostar a la generación de un cambio fundamental y urgente, lo único que va a producir es esencialmente continuar en la misma dirección de los acontecimientos y subsidiar la aparición de futuras pandemias.

Cualquiera sea el origen del virus SARS-CoV-2, es innegable que numerosas prácticas ambientales destructivas, como el implacable comercio ilegal de vida silvestre y la deforestación desenfrenada, han aumentado el riesgo de pandemias similares a la de la COVID-19, por no mencionar otras calamidades causadas por el actual sistema económico.

Al igual que con las crisis climáticas y de biodiversidad, las pandemias recientes son una consecuencia directa de la actividad humana, particularmente los sistemas financieros y económicos globales, basados en un paradigma limitado que valora el crecimiento económico a cualquier costo y su única racionalidad es el lucro cortoplacista, que actúa con impunidad y no asume el costo ambiental de sus acciones. Algunos expertos indican que la humanidad tiene en este momento una pequeña ventana de oportunidad, para superar los desafíos de la crisis actual y así evitar sembrar las semillas de las futuras crisis sanitarias.

Las y los humanistas desconfiamos de cualquier programa de conservación de vida silvestre, que no sea sensible e incluya en forma activa a los pueblos indígenas y a las comunidades locales en la conservación de la vida silvestre para mantener la biodiversidad y garantizar la sostenibilidad de sus medios de vida rurales, contribuyendo en el sostenimiento y fortalecimiento de los corredores de vida silvestre, como el camino más viable hacia la conservación real de la biodiversidad.

Las y los humanistas somos conscientes que actividades como la tala de bosques, las actividades mineras, la contaminación y el cambio climático suponen una creciente amenaza a los medios de vida y supervivencia de los pueblos indígenas, quienes tienen una estrecha relación y dependencia de ecosistemas que funcionen bien, por lo que quedan en una situación de extrema vulnerabilidad frente a los cambios y daños al ambiente.

El Partido Humanista Internacional no cree en las falsas dicotomías entre conservación y desarrollo. Ni se puede aceptar daños a la naturaleza con promesas de que serán reparados con los beneficios del desarrollo, ni categorizaciones como que primero el desarrollo y luego la conservación. Creemos que la conservación implica la gestión de la biosfera tanto en la protección como en el manejo y aprovechamiento sostenible de ecosistemas, especies y genes.

El logro de la sustentabilidad tiene que superar obstáculos como: la falta de un compromiso ético; la distribución desigual del poder y el acceso a la información y los recursos dentro de las naciones y entre éstas; al igual que no es aceptable el criterio de que es posible administrar por separado la conservación y el desarrollo como lo plantean muchas de las grandes organizaciones globales ecologistas. Se trata de buscar un desarrollo que satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la satisfacción de necesidades de las generaciones futuras. Es utilizar los recursos naturales a un ritmo acorde con su capacidad de renovación. Es vivir de los “ingresos” de la naturaleza sin dilapidar su capital. Es lograr una distribución más equitativa de los beneficios del progreso económico, y que se proteja el ambiente nacional y mundial, en beneficio de las futuras generaciones y que se mejore genuinamente la calidad de vida.

Es perfectamente sustentable trabajar buscando la armonía, sobre la base del respeto profundo a toda expresión de vida y los factores que la sustenten, sin necesariamente afectar la dinámica de producción y reproducción, pero para eso es necesario romper con la contaminación del pensamiento en la lógica capitalista del lucro cortoplacista y asumir la responsabilidad de lo actuado construyendo un desarrollo regenerativo y modelos económicos y sociales solidarios e inclusivos como única opción.

Equipo de Coordinación Internacional
Federación de Partidos Humanistas

18 de abril, 2021.

(*) https://www.internationalhumanistparty.org/es/article/urge-una-accion-climatica-colectiva

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